Hola
me Llamo Lluís y soy amigo de Habib.
Amigo de su escuela,
amigo de todo lo bueno que hay en él, amigo de sus bromas, de sus
historias, de sus lecciones.
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Habib y Lluís en una clase individual |
Es para mí un enorme
placer haber compartido tanto con él, haber aprendido tanto
con él, en la formación, en los retiros de silencio, en la calle,
en el Pedraforca, en su casa o en la mía, en cualquier lugar…
Y aunque a veces
durante su padecimiento he tenido ganas de llorar por él,,,, no he
podido, también he tenido ganas de gritar,,,, tampoco lo hice, y el
tiempo ha ido pasando porque el tiempo siempre pasa y aún sigo
buscando la forma de poder expresarle todo el amor y agradecimiento
que siento por él y sigo aún sin poder. Pero yo sé
que él lo sabe…..
Gràcies
Habib, gràcies per tant…..
Este cuento que ya
hace tiempo leí me proporciona la esperanza y el coraje que solo
los cuentos y la inocencia me pueden proporcionar. Me gustaría poder
compartirlo con todos vosotros y por supuesto con él.
“Un
día un burro cayó a un pozo, no se había hecho daño pero por
supuesto no podía salir. El burro comenzó a rebuznar mientras el
propietario pensaba en cómo resolver tal situación.
El
pozo era profundo, el burro pesado y finalmente el campesino tomo una
decisión cruel; concluyó que el burro era muy viejo y que no servía
ya para hacer sus tareas y que por otro lado el pozo estaba ya seco
desde hacía décadas y que de cualquier modo había que taparlo, no
valía la pena entonces esforzarse para sacar al animal de pozo. Ante
tamaño esfuerzo decidió llamar a algunos vecinos para que le
ayudaran a sepultar vivo al viejo animal.
Cada
uno de los vecinos con su pala comenzó a echar tierra dentro del
pozo. El burro no tardó en darse cuenta de lo que estaban haciendo
con él y lloraba desconsoladamente. Después de un cierto número de
paladas de tierra, para alivio de los campesinos, el burro se quedó
callado definitivamente.
Lejos
de quedar rendido el burro observo que a cada palada de tierra que
le caía encima se podía liberar de ella simplemente haciéndola
escurrir de su lomo al suelo y así rápidamente podía subirse
sobre el recién formado montículo de forma que la distancia hasta
el borde se reducía paulatinamente. De esta manera en poco tiempo
el burro alcanzó a subir hasta el borde del pozo y así pudo salir
trotando loco de felicidad”.
Lluís